Debido a la pertinencia y a la relación estrecha que existe entre educación y el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), hemos decidido dedicar este número a un artículo: Evaluación y diagnóstico de Déficit de atención e hiperactividad, de Daniel Velázquez Velázquez. Es en los primeros 12 años cuando, por lo regular, se identifican los síntomas del Trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Particularmente es durante la educación primaria cuando aparecen los comportamientos propios de este trastorno y la detención temprana es fundamental para una mejor intervención psicológica. Entre los diversos síntomas, se caracterizan la inatención, la impulsividad y la hiperactividad, estos interfieren con el funcionamiento social, ocupacional o académico. Cuando el TDAH no se detecta y no se atiende a las personas debidamente, también la familia suele sufrir las consecuencias ya que, al ignorar los motivos de la conducta de los hijos y al no saber cómo ayudarlos, suele aparecer el estrés, la ansiedad y la depresión en la familia. Atender debidamente a una persona con TDAH es, al mismo tiempo, atender a la familia. En la escuela es donde el individuo con TDAH empieza a notar las singularidades que hay entre él y sus compañeros. Al notar que no está a “la altura” académica de los demás y que por más que lo intenta no puede hacerlo, el individuo con este trastorno tiende a aislarse, lo cual ya no solo afecta el contexto académico sino también el social y emocional. Detectar a un estudiante con TDAH es imprescindible para llevar a cabo una intervención temprana con el fin de que este puede llevar una vida más sana y, a lo largo de sus estudios escolares, pueda tener un mejor rendimiento.