El envejecimiento en el ser humano como en otras especies es heterogéneo, no hay normas que hagan iguales ni las vivencias ni la ocurrencia de los eventos para cada persona, el hecho ineludible de que ocurran algunos de estos sucesos, puede situar a los individuos en un estado de vulnerabilidad, es decir, experimentar fragilidad en aspectos físicos, biológicos y sociales, que se terminan aglomerando todos estos en el individuo para afectar no sólo su salud sino que también su calidad de vida. La OMS (1994) define la calidad de vida como la percepción del individuo sobre su posición en la vida dentro del contexto cultural y el sistema de valores en el que vive y con respecto a sus metas, expectativas, normas y preocupaciones. Es un concepto multidimensional y complejo que incluye aspectos personales como salud, autonomía, satisfacción con la vida, etc., y aspectos ambientales como redes de apoyo y servicios sociales, entre otros (1).